jueves, 7 de julio de 2011

Bunny, así le puse.

Desde los siete estuve apegada a un conejo de peluche, le hablaba cuando nadie quiso jugar conmigo, esos berrinches que nos dan de niños, cada vez que soltaba una lagrima sobre el amigo de felpa me reconfortaba de algún modo, aunque las razones para llorar eran absurdas, siempre aprecie esa recuperación instantánea al abrazar a ese peluche, y me reconfortaba.

Una mañana, la recuerdo perfectamente. El cálido sol, era imposible no notar la belleza de las flores, y de las hojas amarillas de los arboles, era de esos días que te sacan una sonrisa al caminar, mientras disfrutas del entorno. Mi padre acababa de dejarme, camine con mi maleta hacia la entrada de la casa. Y ahí estaba el, pelaje blanco, imposible de no notar, un cachorro que hipnotizaba con su cariño y belleza; fue cuando corrió hacia mi apenas cruce la entrada. Era una sorpresa de mi madre, tal vez para llenar el vacío que mi padre dejó, para llenar la casa de sonrisas que ya parecían olvidadas, no pensé que lo quisiera tan rápido, era inteligente, en tan poco tiempo se acostumbro a mi presencia. Nada me importaba más que mi perro, se convirtió en mi mejor amigo.

Ya empezaba a cruzar hacia la etapa de la adolescencia, esta vez no tenía un peluche que me reconfortara, algo mejor, un amigo. No de esos que te hieren sin intención, ni de los que son tus amigos por conveniencia. No muchos lo entienden, dicen que solo son seres no pensantes, desde mi punto de vista, nada es lo que parece, el universo es enorme y no dejo de pensar en las infinidades de cosas que desconocemos. En fin, esa criatura me devolvió la felicidad, que hace ya mucho no tocaba...

No llegó a los siete meses, cuando ya empezó a enfermar, no supe que le pasaba hasta que empecé a investigar, "Parvovirus" para los que desconocen de su significado, es una enfermedad gastrointestinal, que según recuerdo es severa. Leí que la enfermedad no tiene cura, sino tratamiento, además de que el afectado puede llegar a morir a cuatro días de la enfermedad. Y efectivamente, Bunny no fue la excepción, cada día estaba peor, yo no dormía más de tres horas durante el día, me preocupaba que no sobreviviera, no olvidé ni una sola medicina de las siete que se tomaba tres veces por día. Estaba segura de una cosa, de que no me daría por vencida.

Mi pasión, mi sufrimiento. Diez de la mañana, día triste, mi madre me despertó antes de ir a trabajar, pues me quede dormida luego de soportar el sueño, corrí a ver como estaba el, seguía igual, no mejoraba. No se encontraba nadie en casa, apague la tv, y me senté en la silla en que disfruto de una agradable lectura cotidiana, solo mirando como la enfermedad lo acababa. La medicina moderna, ha mejorado, pero no lo suficiente como para salvar a un ser tan inocente. 11:53am, casi mediodía, minutos antes de que empezara a convulsionar supe que ese era su último día conmigo. Rápidamente tome una jeringa y le di agua, pidiéndole que no se rindiera, "no te mueras Bunny" eran mis palabras, lo tome en brazos, llenándome de sangre, ya estaba exhausto, le atacó el corazón y no se movió mas. Yo, sin nadie más, con alguien que creí eterno en brazos, y muerto...

No quería creer su mortalidad, estaba consiente de ello, pero no quise castigarme de ese modo. Llame a la pareja de mi madre (me regaló a Bunny), quien estaba con ella en ese momento, estaba en shock, tanto que no recordaba como usar el teléfono (que destruí al momento), a la hora y media llegó mi madre. Tratando de calmarme, llegó a creer que me volví esquizofrénica. Pues no dejaba de susurrar "solo esta dormido, no hables tan fuerte". Ni un baño logro quitarme ni un mínimo de depresión, era mas tristeza que trauma, luego mi padrastro sugirió desechar el cuerpo, me opuse, pero eso no importó.

Ya hace un año de su muerte, soltando lágrimas en cada foto con su presencia, contando los siete de cada mes, hasta hoy... desperté igual, sin nadie en casa, con tiempo suficiente para expresar mi depresión. Confundí este día con el del mes pasado, pero como olvidarlo. Me puse la camisa que use cuando murió, es extraño, pero no lo lloro, pienso que todo pasa por una causalidad, estoy segura de que era tan bueno que no tenia nada más que aprender, sino que enseñar, me enseño que podemos seguir adelante sin tener que pensar en el futuro, que en cada día, tengo que buscar la felicidad.

Ya no tengo que contar los meses, he reflexionado acerca de la vida, y de lo importante que es apreciarla, desde hoy sé que el sigue conmigo. Siempre estará ahí aunque no lo parezca, su recuerdo lo revive...

                                                                                                                                                           Natalys Abreu