Mi madre, es la que madruga todas las mañanas para asegurarse de que no me quede dormida, sin quejarse ni una sola vez. La que se desvela por dejarme ver mis programas favoritos tan tarde, la que se asegura de que mi uniforme este limpio y planchado para verme presentable cada día. Esa es mi madre, joven para su edad, sociable, exigente, considerada, muy única en todos sus aspectos y sobre todo, aunque yo no este de acuerdo, siempre tiene razón.
Cuando creo que todo estará bien, es el momento en que fracaso. Mientras más me esfuerzo y me sacrifico, menos me salen bien las cosas. Ahora me doy cuenta de cuanto extraño regresar, durante 13 años tuve mis mas gratas experiencias allí. Recuerdo exactamente el día en que me fui; termine de empacar, hice una llamada telefónica y me retire alegremente. Creí que estaría mejor con mi padre, siempre creí que los cambios son buenos, pero este fue la excepción.
Antes de partir, mi madre no podía ni mirarme, plasmaba la decepción en la mirada, no podía creer que su hija menor la abandonara por el padre y su ilusa madrastra, lo sé por que con una lágrima entendí todo lo que no me pudo decir. Heme allí, apunto de dejar el hogar de toda mi vida, mi familia, mi pasado... ¿quien pensaría que dejaría mi casa a tan corta edad? ¿Y de una manera tan drástica? A punto de dar un paso hacia lo desconocido, escuche a mi madre gritar, fue un grito leve, pero deprimente, que me decía ¡estas cometiendo un grave error!, y fue así, todo un año, resumido en cinco palabras. Si me lo hubiesen relatado, pensaría que es solo una coincidencia toda esa miseria ocurrida luego de esa oración.
Pero es el instinto de madre, ella no estaba segura de lo que decía, y aún así era cierto. Al principio fue emocionante experimentar el cambio, pero era demasiado bueno para ser verdad. No me sentía bienvenida, todos los momentos inolvidables y maravillosos me tocaron vivirlos sola, sin nadie con quien compartir mi alegría, que luego se convertía en furia constantemente. Me enojaba la idea de no ser entendida.
El fin de año que pase con mi padre, fue no el peor, por que pienso que hay que aprender de los momentos, y valorar la enseñanza que nos aportan, no es lo mismo vivirlo, que escucharlo. Ese fin de año, yo, sentada en la calle, admirando la pirotecnia de las doce en punto. Mi padre opacándome la vista con una intención anticipada de su nueva mujer, de abrazarse y disfrutar de un beso como pareja. Mientras yo, por otro lado, seguía en la calle, admirando la intensidad del espectáculo de luces, todo este tiempo creí que estaba molesta con mi padre por ese momento, pero hasta ahora, me doy cuenta de que no me importó. Analicé desde otra perspectiva, me di cuenta de que algo me molestaba, y no era la escena que mi padre armó en frente de mi, fue el hecho de que no se acordara de abrazarme, de desearme feliz año, o de decirme que me quería, después del espectáculo pirotécnico. Yo me iluminé con ese sentimiento, de sentir que vendría un nuevo año, y que todo mejoraría, y el no pudo compartir ese sentimiento conmigo en el momento de mi renovación. Me decepcionó que no recordara mi existencia sino después de que terminara el espectáculo.
Esa es una, de las cientos de decepciones, que alcance desde mi mudanza. Ayer le comenté a mi hermano lo terrible que fue este fin de semana para mi. Y me escribió una pequeña parte de una canción que solía escuchar, que dice " Camino solo, mejor que mal acompañado. A los que ya no están que les puedo decir, que la familia es más pequeña pero se puede seguir". Desde ese momento reflexiono la letra, que me dice que siempre tuvieron razón, mi hermano y mi madre. ¿Por qué me sentiré fuera de órbita? en un lugar en el que pensaba tener razón siempre, y que acertaba la mayoría de las veces, intentando no equivocarme. De un minuto a otro, los que parecían equivocados, con sus acusaciones anticipadas, no lo estaban, me di cuenta de que mi madre siempre tuvo razón.
Cuando creo que todo estará bien, es el momento en que fracaso. Mientras más me esfuerzo y me sacrifico, menos me salen bien las cosas. Ahora me doy cuenta de cuanto extraño regresar, durante 13 años tuve mis mas gratas experiencias allí. Recuerdo exactamente el día en que me fui; termine de empacar, hice una llamada telefónica y me retire alegremente. Creí que estaría mejor con mi padre, siempre creí que los cambios son buenos, pero este fue la excepción.
Antes de partir, mi madre no podía ni mirarme, plasmaba la decepción en la mirada, no podía creer que su hija menor la abandonara por el padre y su ilusa madrastra, lo sé por que con una lágrima entendí todo lo que no me pudo decir. Heme allí, apunto de dejar el hogar de toda mi vida, mi familia, mi pasado... ¿quien pensaría que dejaría mi casa a tan corta edad? ¿Y de una manera tan drástica? A punto de dar un paso hacia lo desconocido, escuche a mi madre gritar, fue un grito leve, pero deprimente, que me decía ¡estas cometiendo un grave error!, y fue así, todo un año, resumido en cinco palabras. Si me lo hubiesen relatado, pensaría que es solo una coincidencia toda esa miseria ocurrida luego de esa oración.
Pero es el instinto de madre, ella no estaba segura de lo que decía, y aún así era cierto. Al principio fue emocionante experimentar el cambio, pero era demasiado bueno para ser verdad. No me sentía bienvenida, todos los momentos inolvidables y maravillosos me tocaron vivirlos sola, sin nadie con quien compartir mi alegría, que luego se convertía en furia constantemente. Me enojaba la idea de no ser entendida.
El fin de año que pase con mi padre, fue no el peor, por que pienso que hay que aprender de los momentos, y valorar la enseñanza que nos aportan, no es lo mismo vivirlo, que escucharlo. Ese fin de año, yo, sentada en la calle, admirando la pirotecnia de las doce en punto. Mi padre opacándome la vista con una intención anticipada de su nueva mujer, de abrazarse y disfrutar de un beso como pareja. Mientras yo, por otro lado, seguía en la calle, admirando la intensidad del espectáculo de luces, todo este tiempo creí que estaba molesta con mi padre por ese momento, pero hasta ahora, me doy cuenta de que no me importó. Analicé desde otra perspectiva, me di cuenta de que algo me molestaba, y no era la escena que mi padre armó en frente de mi, fue el hecho de que no se acordara de abrazarme, de desearme feliz año, o de decirme que me quería, después del espectáculo pirotécnico. Yo me iluminé con ese sentimiento, de sentir que vendría un nuevo año, y que todo mejoraría, y el no pudo compartir ese sentimiento conmigo en el momento de mi renovación. Me decepcionó que no recordara mi existencia sino después de que terminara el espectáculo.
Esa es una, de las cientos de decepciones, que alcance desde mi mudanza. Ayer le comenté a mi hermano lo terrible que fue este fin de semana para mi. Y me escribió una pequeña parte de una canción que solía escuchar, que dice " Camino solo, mejor que mal acompañado. A los que ya no están que les puedo decir, que la familia es más pequeña pero se puede seguir". Desde ese momento reflexiono la letra, que me dice que siempre tuvieron razón, mi hermano y mi madre. ¿Por qué me sentiré fuera de órbita? en un lugar en el que pensaba tener razón siempre, y que acertaba la mayoría de las veces, intentando no equivocarme. De un minuto a otro, los que parecían equivocados, con sus acusaciones anticipadas, no lo estaban, me di cuenta de que mi madre siempre tuvo razón.
Natalys Abreu